viernes, 6 de septiembre de 2013

UNO MÁS



Lo notas, sientes que todo va a empezar a otra vez, repitiéndose, cerrando el círculo que ingenuamente pensabas que habías conseguido abrir para siempre.                                                                            
Te sientes sola, sin nadie que te escuche. Intentas dar la voz de alarma pero no consigues articular palabra, y mientras tanto, sigues escuchando ese incesante sonido que cada vez cobra más vida y va acelerando su ritmo.                                                                                   Intentas detenerlo, frenar aquel hilo musical que parecía sacado de las entrañas del mismísimo infierno, pero te sientes débil. <<Esta vez no>> piensas mientras sientes que tus ojos se van inundando con las primeras lágrimas. Otra vez ese sonido incesante, ensordecedor.                                                                                                                               Consigues alzar la mano, por la cual empieza a subir ese hormigueo que ya era continuo  en los pies, intentas moverlos, pero no hay manera. Sientes que si intentas ponerte en pie, tus piernas no podrían soportar tu peso, que te dejarían caer como un lastre, y otra vez ese sonido que te hace perder la esperanza.                                                        
Pero no te rindes, consigues golpear levemente a la persona que tienes delante en un intento desesperado por llamar su atención. Pero no hay respuesta, la única señal que te indica que ha percibido tu llamada es una mano que se levanta sin girar el rostro indicando que en estos momentos no tenía tiempo para atenderte. ¿Por qué no se gira? Piensas mientras vas dejando que un repentino sueño se apodere de ti. Sin ser consciente de ello, tu mano sigue golpeando su espalda. Se gira, sientes que todavía es posible, consigues ver la luz al final del túnel que te de las fuerzas para seguir luchando. Luchando contra el sueño, luchando contra el hormigueo, pero sobre todo, luchando contra ese sonido, ese sonido que deseas que deje de presionarte el pecho.           
Ves que te mira con ojos asustados, te ves reflejado en sus pupilas, lo vas a conseguir, y mientras te repites frases alentadoras, consigues permanecer despierta, consigues que la oscuridad no te domine por completo.                                                                                                        
Ves que la gente se marcha, notas las miradas de soslayo que dirigen hacia ti, pero nada de eso importa. Sientes que la mano ya está completamente paralizada, te duele, te asustas, pero quieres permanecer despierta. Otra vez ese sonido.                                     
 Ves que hay algunas personas que aún están en la clase, consigues oírlas, pero no escucharlas, estás demasiado concentrada intentando parar aquel sonido, intentando poner todo en orden. Pero estás cansada, te rindes, dejas que el sueño gane la batalla. Lo último que recuerdas es el dolor de la mano, el sonido incesante, el sonido de los latido taquicárdicos de tu corazón.                                                                                                         
 Empiezas a escuchar voces, te sientes despierta, esperas volver a escuchar aquel sonido, pero ya no está. Lo único que te recuerda lo que unos instantes antes había pasado era la mano, te seguía doliendo. Abres los ojos con miedo a la luz repentina después de aquella oscuridad y cuando consigues focalizar la mirada, ves a un grupo de personas a tu alrededor. Percibes miradas llenas de miedo, miradas serenas pero con un matiz de pánico.                                                                                                                             
Te sientes culpable, lo habías vuelto a hacer.

jueves, 10 de enero de 2013

"RESPIRA HONDO"


Toma aire, respira hondo. Deja que cada partícula de oxígeno cale profundamente en tus entrañas. Medita, piensa. No todo está perdido.
Coge aliento, respira hondo. Cálmate. Regálate unos segundos de tranquilidad y sosiego.
Déjate llevar. Aprecia cómo tu abdomen se mece al son de tu respiración. Siente cómo cada milímetro tu cuerpo está conectado.
Inspira, expira. Cada vez estás más relajado. Tu corazón lo nota, lo agradece. Ya no da golpes contra tu pecho con la esperanza de que escuches sus ensordecedores gritos de auxilio. Ahora se limita a danzar al compás del pausado ritmo de los latidos.
Cierra los ojos, ya falta poco. Mueve lentamente tus manos y pies para comprobar que ya no tiemblan a causa del exceso de trabajo. Están tranquilos, adormecidos, preparados para afrontar con energías renovadas las nuevas órdenes.
Abre los ojos, lo has conseguido. Corazón acompasado, extremidades reactivadas, cuerpo armonizado. Es el momento de regresar a la realidad, una realidad que ya no se presenta tan sombría como instantes atrás.
Una última vez, toma aire, respira hondo. Cómete el mundo.

                                   
                                          Consigue llegar "Más allá de tu destino"